sábado, 10 de noviembre de 2018

Impresiones europeas: Barcelona.

Barcelona no descansa, no duerme, nunca está tranquila. Todo el tiempo el tránsito humano la agobia y despabila. Es a simple vista mezcla heterogénea, convivencia caótica de culturas de ambos hemisferios.
Barcelona está lisiada: sus paredes aúllan los crímenes sufridos en el pasado y sus balcones denuncian su lamentable presente. La ciudad permanece alerta, no halla paz, pero la anhela. La lucha es constante, una lucha que nosotros bien conocemos y hemos emprendido hace más de doscientos años. ¿Por qué es tan privativa la libertad? ¿Por qué es tan provocativa la sed de independencia? Cataluña lo tiene todo para ser ella, y sin embargo parece condenada a la metonimia hispánica.
Barcelona, la de los muros acribillados, la de las plazas bombardeadas por la dictadura. Y aun así eres todo amor, puro y sacro. Caminar tus calles es acariciar tu alma. Abres tus bifurcadas venas para que el viajero se pierda en lo hondo de tu ser. Pero también adoleces la modernidad, que no te hace justicia, que te enferma de marketing y publicidad. Duele verte por momentos, entidad quimérica, pero ¿qué podemos hacer? Cerremos los ojos y quedémonos con lo esencial.

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