Sepia y gris
son tus tonos, la paleta con la que pintas tus empinadas colinas otoñales. Tus
edificios más modernos engalanan colores pasteles, pero tus piedras más
antiguas las recubre un negro carbonatado que hace pensar en los incendios y
las guerras. ¿Por qué te empecinas en mostrarte tan fría ante el viajero,
ciudad de rostros tensos e inexpresivos? ¿Habrá sido a causa de los regímenes
totalitarios a los que te has visto sometida a lo largo de los años que tu
gente ha perdido la sonrisa?
Tu historia y tu
identidad han sido fracturadas y de ello el mejor ejemplo es la fortaleza que
me vigila a lo lejos: aquel monstruo de Frankenstein romano, gótico y barroco
que sirvió de pesadillesca influencia a uno de los más grandes escritores del
siglo pasado. ¿Es que acaso estás condenada a la caótica fragmentación, incapaz
de anhelar la unidad pacificadora? Porque hasta tú, Praga, necesitas de cinco
relojes para poder marcas las horas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario