Carmen, carmina.
Los dioses
antiguos me traen un susurro
marítimo. No los
del Este (a esos
los conozco
bien), sino los del
Norte que me son
cercanos y ajenos.
Carmen, carmina.
Me traen el
nombre
desconocido de
una joven que lleva
en su piel el
calor de los trópicos
y la historia de
su pueblo.
Carmen, carmina.
Déjame escuchar
el suave murmullo
de las cien mil
lanzas de los diez mil guerreros
de los dioses
emplumados con escamas
del dorado maíz,
cosecha del Sol.
Carmen, carmina.
Tú tampoco
asomaste tus oídos
a esa música
ancestral, más fuerte que
los remos de tus
esclavos y que
el rugir de tus
Minotauros.
Carmen, carmina.
¡Se ha acabado tu
tiranía! ¡Tus sirenas,
ninfas y arpías
ya no asechan
mi pensamiento!
Ya los reyes indígenas
esperan mi
regreso.
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