¿Por qué nos cuesta tanto ser fieles a nuestros sentimientos? ¿Por qué nos empecinamos en vivir encerrados en nuestras fantasías? Tememos a la realidad, al presente. Nos encanta imaginar el futuro pero no nos ponemos en marcha para que sea como queramos.
La desilusión, la duda, la decepción… es mejor no luchar y quedarse mudo. Dejar que las cosas sigan como están es lo mejor. Esperar, quizás, a que suceda algo; algo que no estuviese en nuestros planes, algo que venga del otro y no de nosotros.
Tal vez seamos nosotros los que tenemos que cambiar, cambiarnos a nosotros y a los demás, dejar de tenerle miedo al cambio o de esperar a que venga de afuera. Animémonos, por más que el resultado no sea el esperado, por más que las cosas queden patas arriba. Un libro sería aburrido si el protagonista se quedara esperando.
Muchas veces me desilusioné por las decisiones que tomé, muchas fueron las veces que quise volver el tiempo atrás, pero el arrepentirme no cambia lo hecho y me enseña a no cometer los mismos errores con las personas a las que amo.
Que no nos cueste decir te quiero, regalemos un abrazo o una sonrisa a las personas que nos hacen bien, que nos alegran, que nos hacen ser quienes somos y aceptemos lo que los demás nos ofrezcan. Pongamos la otra mejilla o demos una mano según cual sea el caso, pero actuemos, como en el teatro, hagamos de nuestra vida una tragedia o una comedia; actuemos, pero no nos quedemos quietos.
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