A mis bailarinas
Cuenta el mito que Dédalo, además del laberinto,
creó una pista de baile para la bella princesa.
Mas si yo fuera Teseo y debiese dar muerte a la bestia
demoraría la empresa para pedirle a mi Ariadna una pieza.
Mis manos dibujando las curvas de su cintura,
mis dedos oprimiendo sus hombros desnudos,
nuestros pechos unidos respirando a ritmo unísono,
serían las únicas proezas que desearía acometer.
Con cada giro sus crines me abofetearían el rostro
y con sonrisa cómplice se volvería encarnación de Terpsícore.
Exiges con tus caprichos a este pobre principiante como
Orfeo a la lira
y me conviertes en instrumento de tu goce esporádico.
¡Ay, Cenicienta griega! ¡Odalisca tropical!
No llegues tarde a la cita ni te entretengas en otros
brazos,
que aunque Minos sea tu único dueño
como mi padre Egeo siempre estoy esperando la llegada de tu
barco.
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