Los labios del Golem milenario,
erosionados por la naturaleza primigenia,
devoran en sus blancas fauces
las picadas corrientes del océano.
El ensordecedor wish-plash de las olas
marea las conciencias de hombres y mujeres
cuyos colores y pliegues grafitean el raso paisaje.
El aliento de la bestia colosal es
refrescante y unidireccional;
aunque quiera cesar, su voluntad no se lo permite.
Está condenado a mantener su boca abierta
para que las personitas habiten,
transitoriamente, una estación de sus vida.
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