Boquitas pintadas
besan las cicatrices que
nadie, nada,
nunca me dejaron en el cuerpo,
y alientan mi
respiración artificial
mientras una rosa
blindada vela por el sueño de los héroes.
Todos bailan
cuando el acompañamiento
recita cánticos
sobre héroes y tumbas;
todos menos los
reventados, que son atacados por las ratas y las fieras.
Y un niño, que
encuentra un juguete rabioso entre ruinas circulares
pierde, en el
camino, un kilo de oro en la masmédula.
La vida es tango,
misteriosa Buenos Aires;
un constante
vivir afuera,
variaciones en
rojo de un viaje olvidado;
y si logramos
decir sí, algún día, quizás,
las puertas del
cielo se abrirán para nosotros.
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