jueves, 27 de octubre de 2011

Felices.

Ansiosos por lo que nos aguarda la misma espera,
deseosos por hacer sonar las alarmas de todos los autos y de tocar cada timbre para que la gente se contagie,
eufóricos porque es jueves, porque hace 19 grados de temperatura,
optimistas porque nuestras reglas son rectas y nuestros sexos funcionan,
regodeados de afanosos regocijos,
insaciables de júbilo sin estupor,
maravillados de que el verde no se caiga de los árboles,
atrevidos por cruzar las calles con los semáforos en amarillo,
dementes de pasión por sentir cómo la sangre circula en nuestras venas,
temerosos de rayar la locura de tanta alegría,
avergonzados de tener un pasado, pero orgullosos de que haya un mañana,
imposibilitados a detenernos por miedo a que se nos paren los pulmones, el cerebro, el corazón; corazón que se nos puede salir por la boca y explotar como una bomba, como fuegos artificiales,
sentir que somos capaces de hacer cualquier cosa y estar asustados por lo que somos capaces de hacer,
con ganas de morder el colchón con los dientes y destriparle el relleno como perros rabiosos,
pensar en la posibilidad de que la más mínima brisa nos ponga la piel de gallina,
contentos, por el simple hecho de estar vivos, vivos de verdad, vivos al fin.

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