lunes, 15 de agosto de 2011

Fábula de Solus y Spes.

La diferencia entre mentir y tener fe, es que cuando mentimos queremos creer en algo que no es cierto; la fe, en cambio, es creer en algo que es incomprobable.


En algún punto de la historia del tiempo, en un manso lago, de lo que debía ser un solo ser nacieron dos hermanos. Primero nació Solus e inmediatamente después, Spes. Si bien Spes y Solus eran inseparables, tenían personalidades muy diferentes. Spes era alegre, inquieto y juguetón, mientras que Solus era tímido, callado y poco expresivo. A cualquier lugar donde fuera Solus, Spes lo seguía muy de cerca, sin perder rastro o palabra de su hermano.
No solo sus personalidades eran distintas, sino también sus sentimientos mutuos. Spes quería mucho a Solus; lo cuidaba, trataba de complacerlo y que nunca le faltase nada. Sin embargo, a Solus poco le importaba lo que hacía o dejaba de hacer su hermano.
Un día, cuando Solus se alejó un poco del lago, conoció a Amat. No podía creer que tan cerca de su hogar existiera alguien más que no fuera él o su hermano. Muy tímidamente y con mucha curiosidad, se acercó a Amat y comenzaron a hablar de manera muy animada como nunca antes Solus lo había hecho. Desde ese día Solus frecuentaba salir del lago para encontrarse con Amat y pasarse largas horas charlando de los animales, las plantas y las estaciones. Así pasaron los días, las semanas y los meses sin que Solus sospechara la ausencia de Spes.
Al cumplirse el primer aniversario desde que se conocieron, Solus fue a encontrarse con Amat como de costumbre, pero ella nunca apareció. Solus esperó durante todo el día hasta que se hizo de noche, hasta que volvió a hacerse de día, hasta que pasó una semana y hasta que pasó el invierno. Amat no volvió a aparecer y Solus creyó durante todo ese tiempo que fue por culpa suya. “Quizás haya encontrado a alguien más divertido que yo”, se decía a sí mismo Solus; “quizás no le agradaba; al fin y al cabo, ¿a quién podría caerle bien?”. Al pensar en esas palabras recordó a Spes. Se había dado cuenta de que había pasado todo un año desde la última vez que lo vio. Eso entristeció mucho a Solus; olvidarse de su único hermano, aquél que lo acompañó durante toda su vida, Solus fue muy egoísta después de todo lo que Spes hizo por él.
Corrió entonces de vuelta hacia el lago para reencontrarse con su querido hermano, para reconciliarse, para decirle que lo extrañaba, que lo quería y que nunca más se alejaría de su lado por un capricho. Pero cuando llegó, notó que nada ni nadie rondaba cerca del lago. Rodeo tres veces el lago, recorrió los alrededores y se trepó a los árboles más altos sin encontrar rastro de su hermano. Cuando ya había perdido toda esperanza de encontrar a Spes, lloró y lloró por largo rato sus desdichas hasta crear un pequeño río que desembocó en el lago donde ambos habían nacido. Al abrir los ojos, Solus vio en el charco el rostro de Spes.
-¡Spes! ¿Acaso estás dentro del charco? –dijo Solus.
-Yo siempre estoy detrás de ti, Solus; cada vez que lo desees –respondió Spes.
Aunque no podía ver a Spes, él siempre estaba a su lado. Cuando se dio vuelta, pudo ver el cuerpo entero de su hermano.
-¡Spes, creí que te habías ido! ¡Tenía miedo de no volver a verte nunca más! Me he comportado terriblemente contigo ¿Podrás perdonarme? Te prometo que nunca más me alejaré de tu lado.
-Te perdono, Solus. Pero no puedes prometerme eso. Algún día encontrarás a alguien más que cuide de ti y ese será el día en que nos separaremos para siempre. Pero recuerda, que cuando ese día llegue, yo seguiré vivo en tus actos y en tus sentimientos.
Desde entonces Solus valoró los esfuerzos de su hermano y esperaron juntos el día en que ambos volverían a ser uno.

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