lunes, 15 de junio de 2015

Ejercicios para enseñar a leer a las niñas.

Lala:
hamaca la alpaca,
canta la nana,
salta la banca,
planta la tara,
rasca la panza,
arma la pala,
cala la tapa,
masca la rana,
aplasta la papa,
lava la taza,
alza la casa,
arrastra la rata,
arrasa la casta,
arranca la mancha amalgamada,
aparta la alambrada atrasada,
aclara la palabra zafada atrapada,
mama la pava pasada cascada,
calca la cara marcada,
abraza la paja parada,
castra la vaca,
mata la mata,
para la bala,
¡Lala, Lala!
¡Lala!
Haz
la
a.

sábado, 13 de junio de 2015

Un arete perdido.

He salido con muchas mujeres:
una rubia, la otra morocha… no recuerdo al resto.

Podría decirse que soy un experto.
He salido, no recuerdo cuantas veces,
pero sé que con más de una y con menos de…

He salido con muchas mujeres:
una morocha, la otra rubia… no recuerdo al resto.

Podría decirse que soy un experto en salidas,
mas no en entradas. Sólo me limito a salir.
No he besado a ninguna, tampoco las he tomado de la mano.
Tan sólo una vez me animé a…

He salido con muchas mujeres:
no recuerdo al resto… una rubia y la otra morocha.

Podría decirse que soy un experto en el arte de las salideras.
Hay que agasajarlas, hacerlas reír, servir adecuadamente el vino,
saber cuándo es el momento indicado para ir al baño (y no más de dos veces),
sostenerles las puertas, buscar un arete perdido sin encontrarlo jamás.

Un arete perdido es el precio por una salida.
Un arete perdido es el símbolo de la victoria.

lunes, 8 de junio de 2015

Sanguchito.

Degusté una bruja de arena
que me facilitó el puestero de la esquina:
toma té en mayo nee-san, lechuza,
-¿qué so’? -¡ja!, mon,
whats.avi, wakamoloch,
-huela, rucu vo’,
-pa’ tal, pour moi saine,
¡sal Oregon! ¡entra πmienta!
y un pan bycentenario.

Florería y juguetería en una misma esquina.

Una florería y una juguetería se disputaban la esquina que compartían a causa de la negligencia de los antiquísimos arquitectos que habían levantado la nueva ciudad. Una vendía flores; la otra, juguetes. ¿A que no adivina usted cuál vendía cada qué?
La señorita Dolly, dueña de la florería, preparaba ramos y coronas para todas las ocasiones: aniversarios, velorios, casamientos, regalos de convalecencia, salones de fiestas, premios de consolación; en una ocasión, incluso, un cliente al cual nunca volvió a ver le pidió que le preparara un ramillete de rompimiento.
Don Florencio, dueño de la juguetería, tenía todo tipo de juegos y juguetes: para niños y/o niñas de 0 a 100 años, de los que se necesitan de ningún jugador hasta en los que deben participar todos los habitantes de la ciudad, para pensar mucho o para dejar de pensar tanto, de los que no necesitan más que del calor de una vida para funcionar hasta los juegos de química que traen o requieren de plutonio o uranio para ciertos experimentos, y en cuyas tapas se lee la advertencia: “No intente esto en su casa; mejor, hágalo afuera”; hasta tenía de esos que, por más que uno se aburriera no podía dejar de jugar sin interrupción hasta llegar al final.
La pelea por la esquina fue tan cruenta y se difundió tan rápido que el alcalde (o intendente) de la ciudad tuvo que tomar partido. Se creó entonces un decreto extraordinario que aseguraba la propiedad de la esquina a aquél que vendiera más productos hasta el fin de ese año. Para cerciorarse de que ninguno de los dos hiciera trampa, el alcalde (o intendente) mandó a instalar cámaras de vigilancia que funcionaran las veinticuatro horas del día, las cuales, gracias a las habilidades tecnológicas de un hacker, filtraron el minuto a minuto de la contienda que llegó a superar en rating al programa más visto de todo el país.
Los dos locales ganaron así mucha fama y los dueños tuvieron que contratar empleados para dar abasto y no ceder frente a la demanda. La cosa se puso peliaguda por momentos, como cuando alguien debía ser despedido por intento de robo o cuando se armaban flirteos entre los empleados de ambos locales a la hora reglamentaria del almuerzo. El interés por las subtramas de la historia llegó a tal punto que la población mundial adquirió el derecho de votar a quienes debían ser echados o contratados. Así, la señorita Dolly llegó a contratar a una podadora japonesa experta en bonsáis, pero que no hablaba ni pisca de español; y don Florencio a un titiritero alemán al cual, paradójicamente, le ocurría exactamente lo mismo.
Llegó la temporada de navidad y los números seguían estando parejos. No se veía un ganador ni por asomo y las apuestas alcanzaban cifras siderales. Pero la tarde del 24, antes de cerrar ambas cajas, una señora entró simultáneamente a ambos locales. A don Florencio le pidió un balero para dejar en la tumba de su difunto marido; a la señorita Dolly, un jazmín para su nietita que estaba recuperándose en el hospital. El hecho sorprendió tanto a los dos dueños que ambos intentaron convencerla por todos los medios de que esos obsequios no eran los más adecuados para regalar y que era más conveniente que visitara la tienda de al lado. Ninguno de los dos logró cambiar la opinión de la mujer, por lo cual no tuvieron otra opción más que entregarle lo que ella exigía. Así que pagó por el jazmín y el balero y se marchó.
A la hora de cerrar, la señorita Dolly y don Florencio intercambiaron miradas. Cada uno le contó al otro su experiencia con la mujer (muy similares por cierto) y se quedaron atónitos. Se dieron cuenta de que sus oficios eran diferentes, pero que sus fines, al fin y al cabo, eran los mismos: las flores y los juguetes eran demostraciones de afecto, modos de cerrar un ciclo, expresiones de amor intenso, intentos por reparar un corazón roto o para calmar una herida. Decidieron que la competencia, para desdicha del público consumidor, debía terminar allí y ser declarada un empate. Desde entonces comparten la esquina e incluso se los puede ver baldeándola juntos.
Una flor y un juguete son dos cosas distintas. Tan distintas como pueden serlo una gota de río y otra de mar o dos personas que jamás se conocieron. Pero eso no impide encontrar en el juguete una flor o en la flor un juguete. 

lunes, 1 de junio de 2015

Certezas.

Sí, no; bueno, qué se yo.
A veces dudo casi siempre de
que exista otra posibilidad.
La chance está,
¿por qué no he de aprovecharla?

A, B o C;
mejor D: “todas las anteriores”.
La vida se des/aprueba
como un múltiple choice.
¿Estaré sonado?

“Describa cómo se ve a usted
mismo de acá a cinco años.
Justifique su respuesta”.
Parece joda, no sé
qué me depara el presente
 pretenden que hable del futuro?

¡Y un cuerno!