A César Vallejo.
Tanto diferentes
son los hombres y tanto
sufren por las
mismas causas:
lloran cuando les
atan las manos,
gritan cuando les
quiebran las piernas,
odian cuando les
cortan las alas,
arremeten cuando
les tuercen los tentáculos,
caducan cuando
les rompen la trucha,
mueren cuando les
desmenuzan los poyos.
Por suerte
padecen de uno y no tres corazones,
las venas y los
alveolos no soportarían tanto pudor.
¡Ay, si solo tán
solo pudiera dividir sus dolores,
compartirlos en compañía,
volverlos medios,
cuartos, décimas partes de dolor!
¡Quítense las
cicatrices y arránquense
las llagas,
y emparchen mi
alma sin remendar
con ellas!
Ahora o nunca,
que la muerte aún
no me alcanza
y tengo más
tiempo para sufrir
que ustedes.