martes, 12 de junio de 2012

Crítica de un crítico a otro, versión II.

  Cuando el Señor Editor me profirió su deseo de que escribiera un artículo acerca del reciente estudio realizado por el señor Arturo Esteban Ponce, me abstuve. Sin embargo, sería un atropello por mi parte el no aprovechar éste, mi espacio, para dar a conocer ciertos detalles no muy difundidos del afamado escritor. Por lo tanto, y con motivo de la publicación de su nueva obra, pondré en evidencia la verdadera clase de persona que es el señor Arturo Esteban Ponce.
  Si bien debo admitir que su reciente producción, Los procedimientos digestivos: estudio sobre el estilo en los textos antropófagos del Brasil, será bien recibida por parte de la avant garde intelectual, mucho mérito le quita a su obra el hecho de que, precisamente, sea él su autor. Como bien estará informado el público, el señor Ponce ha adquirido su fama por medios oscuros, o por lo menos, opacos y poco conocidos.
  La novela con la cual se insertó en el ámbito literario, La comadrona, y con la cual recibió el premio Lugones de literatura en el año 1964, es una ingeniosa y didáctica trama que dio inicio a su oficio como escritor profesional y funciona actualmente como material de lectura en las escuelas secundarias y universidades. Si bien reconozco también la creatividad del autor, lamento informar a mis lectores que éste no es para nada original. Su argumento no sólo se asemeja a la novela del literato ruso Vladimir Mpköshinov, La nodriza, sino que también recicla varias de las leyendas y fábulas tradicionales de Siberia, lo cual me lleva a pensar que, valiéndose de la falta de conocimiento de sus lectores en materia de este tema, creó una falsa sensación de originalidad para su propio beneficio. A mi pesar, la crítica ha visto este acto como un guiño a la cultura rusa y no como un episodio de plagio tal y como yo lo veo.
  Para aquellos que son más apegados al señor Ponce, como lo es mi caso, podrán advertir tanto en su prosa como en su poética: el constante uso de fórmulas fosilizadas, de rápido y fácil acceso al vulgo; el recurso constante al plagio escondido tras una máscara de parodia; la utilización de temas banales y/o tabúes; entre otros. A modo de ejemplo, invito a cualquiera a que lea Cómo decirle que no a la costillita y que confirme lo que acabo de decir. Como dato de color, la lectura de este cuento inaugural se leyó por primera vez durante la apertura del Quincuagésimo Festival del Novillo que se llevó a cabo en la provincia de Entre Ríos.
  No solo su obra es de pobre y dudosa procedencia. También muchos rasgos de su personalidad y vida privada son deplorables. Yo he tenido el desagrado de compartir con él parte de su educación secundaria y terciaria y puedo decirles el tipo de sabandija con el que desperdicié años de mi carrera.
  Siempre ocultaba sus malos hábitos detrás de altas calificaciones y buenos rendimientos académicos y artísticos. Era una persona “simpática”. Hacía amigos y caía bien a los maestros con el simple fin de aumentar su popularidad. Lo cierto es que detrás de su conducta intachable se ocultaban varios vicios de los cuales pocos éramos los que nos enterábamos, porque todo lo hacía de manera clandestina. Malgastaba su tiempo frecuentando antros de mala fama, derrochaba su dinero en mujerzuelas y bebidas, y su pasatiempo favorito siempre fueron los juegos de azar además del cortejo de señoritas que ya no se encontraban disponibles, como mi amada María Elizabeth. Lo que es peor, estoy seguro de que hasta el día de hoy no ha perdido ninguno de estos malos hábitos. Varios de los pasajes de su Canillita de los recovecos, los cuales transcurren en ámbitos lúgubres y de mala muerte, no son más que simples anécdotas autobiográficas que impregnan de realismo a la obra.
  Permítaseme decir que individuos como este no merecen más que ser apedreados frente a la plaza pública para que su castigo sirva de ejemplo para las generaciones venideras. El exilio sería apenas una reprimenda para el tamaño castigo que este hombre merece en realidad. No solo su obra, sino también su existencia deberían ser quemadas en la hoguera con el fin de remediar toda injuria e infamia proferida por su persona. Sin ningún tipo de sacramento, sin un último deseo. Borrar de la faz de la tierra (a excepción de su obra) toda huella que hayan dejado las suelas de sus zapatos o las yemas de sus dedos para así librar al mundo de este mal conocido como Arturo Esteban Ponce.

viernes, 1 de junio de 2012

e-mails.

29 de febrero de 2008

Querida Ali,
     Te escribo para felicitarte por haber logrado tu objetivo, Laura y yo estamos muy orgullosos de vos. Siempre supimos que no había nada que con esfuerzo, esmero y dedicación no pudieras llegar a logra. Y acá estás, a sólo horas de ver tu meta realizada.
     Lamentamos rotundamente, eso sí, que tengas que dejarnos; en especial a Héctor a quien tantos años de tu compañía le hicieron tan grata su solitaria vida. Pero estoy seguro de que él lo entiende; a veces los sueños exigen grandes sacrificios a pagar. Lo único que te voy a pedir es que no dejes de escribirle tanto como puedas.
     Por mi parte, te prometo que voy a tratar de mantenerlo lo más ocupado posible para que se distraiga. Héctor podrá ser un muy buen amigo mío, pero, en cuanto me pierde el rastro por una semana, me acusa de lo ignoro y de que no vale para mí. Vos por suerte supiste manejar ese lado de él muy bien, así que te pido tu apoyo y tu bendición en esta empresa.
     No quiero ponerme meloso con la despedida, sólo deseo que te cuides y que no te preocupes por otra cosa que no sea disfrutar.
     Hacenos saber cuando llegues. Te brindamos todo nuestro apoyo.
     Cariños,
             Esteban.

19 de marzo de 2008

Querida Alicia,
     ¿Cómo va todo por allá? Debe de estar haciendo un frío antártico por lo que veo en las noticias. Acá el calor todavía se siente, son esas diferencias longitudinales, ¿viste?. Por Buenos Aires anda todo bien. Laura está media amargada porque ya no tiene con quién comentar sus novelas; en la cama, me taladra la cabeza con argumentos y cuadriláteros amorosos que me cuestan mucho seguirle.
     En cuanto a Héctor, parece todavía no haber caído en la cuenta de que te fuiste. Te comento que aún tiene la loca idea de que vas a volver al mes diciendo que te diste cuenta de que eso no era lo tuyo y que preferías probar suerte más cerca de casa. Pero vos no le hagas caso, seguí así que vas por buen camino. Yo intento que venga más seguido al club a jugar a las cartas o que vaya al casino para que se despeje; estar tanto tiempo encerrado y solo no le puede hacer bien a nadie.
     La otra noche, por ejemplo, lo invité a cenar a casa. No sabés lo bien que la pasamos los tres. Laura sigue teniendo esa elocuencia para hacer reír que la caracteriza tanto. Sin embargo, debo admitir que al final de la noche tu ausencia se hizo notar. Tendrías que haber visto la cara de Héctor mientras se iba, parecía una estampa de esos perros de cara y orejas largas y ojos húmedos. Pero te repito que no tenés por qué afligirte, ya vas a ver cómo se le va a pasar. No digo que le sea fácil, claro; pero se va a reponer. Solamente tiene que encontrar en qué malgastar el tiempo.
     Por favor escribinos para saber que todo marcha sobre ruedas.
     Te deseamos éxitos,
             Esteban y Laura.

8 de abril de 2008

Ali,
     Recibimos las fotos que nos mandaste. La vista es hermosa. Con Laura siempre quisimos hacer algún viaje; espero que todavía nos quede vida y plata en los bolsillos para poder hacerlo en el futuro, jajaja. Se nota que te estás esmerando mucho y que te está yendo bien; tu cara nos lo dice todo.
     Te preguntarás qué es de la vida de Héctor; bueno, ya empezó a mostrar los síntomas de un verdadero ermitaño. Me cuesta muchísimo sacarlo de la casa; si no es porque no tiene ganas, es porque le duele algo, o porque no se quiere cruzar a alguien, o porque no se quiere perder un programa. Cualquier excusa le sirve para no poner un pie afuera.
     Al club ya no va más. Resulta que se peleó con los muchachos jugando un truco de a seis; iban ganando por afano, diez de las buenas a doce de las malas. Pero bueno, empezaron a venirles cartas malas, el Sergio lo acusaba a Héctor de mufa y de haber regalado puntos en el pica-pica. A lo último estaban veintitrés iguales y el otro equipo no quiso alargar más el partido. Terminaron no queriendo el envido y perdiendo el truco. Ni te imaginás la debacle que se armó. A Héctor le prohibieron pisar el club de nuevo, lo cual lo terminó de apesadumbrar. Estoy esperando a que las cosas se calmen para poder reintegrarlo, nada más.
     Pero lamentablemente me sigo preocupando. Cada vez que voy a visitarlo lo encuentro sentado en la puerta viendo pasar la vida como los viejos y los vecinos me dicen que sale de vez en cuando para ir al supermercado nomás.
     No te quiero comprometer, pero estoy seguro de que una carta tuya le levantaría el ánimo, aparte de que no tenemos noticias tuyas desde que llegaste. Espero que no te hayas olvidado de nosotros (chiste, chiste).
     Te mando un abrazo y espero que estés bien. Besos,
             Esteban.

15 de abril de 2008

     Ali, te quería contar que Héctor decidió contratar a una señora para que lo ayude en las tareas domésticas. La verdad es que la idea fue de Laura; no me lo había puesto a pensar pero a estas alturas (y sabiendo lo desordenado que puede llegar a ser Héctor) la casa debe de estar patas arriba. No te voy a mentir, a mí me deja más tranquilo que vaya alguien más a verlo aparte de mí; es que no puedo estar todo el tiempo encima de él como si fuese un nene que uno tiene que cuidar. Igual, por cualquier cosa ya le di mi teléfono a esta chica para que me avise si necesita algo o si nota algún comportamiento extraño en Héctor, digo, algo por lo que alarmarse. Pero creo que está en buenas manos, los contactos de Laura nunca fallan y no le vendría mal una figura femenina en la casa. De seguro estás tapada de deberes a esta altura, pero te pido que le escribas algo, o que me lo mandes a mí que yo se lo entrego sin problemas. Suerte.

27 de mayo de 2008

Alicia,
     Queríamos invitarte a pasar unos días de las vacaciones de invierno con nosotros. No sé en qué época del año estarán por allá pero supongo que de cualquier forma tendrán vacaciones como nosotros. Te lo digo para que no te quedes sola si es que tus compañeros se van a visitar a sus familias. Además sabés que te extrañamos mucho, en especial Héctor.
     A decir verdad, no lo noto muy bien. Parece estar más deprimido de lo normal. La primera impresión que me dio cuando lo vi por última vez me impactó. Estuvo encorvadísimo en el sillón viendo hacia la ventana sin parpadear durante por lo menos cinco minutos. Desde donde estaba pude notar que se le está descolorando el pelo por atrás. Me senté junto a él para convencerlo de ir a tomar un café afuera pero no se movió ni siquiera para contestarme. Al final la chica que lo atiende nos preparó un café, pero cuando le iba a poner azúcar me di cuenta que tenía todas las uñas desparejas y muy mal cortadas; supongo que se las estuvo comiendo, no conocía que tuviera esa manía. Por suerte logré convencerlo de que viniera a comer un asado la próxima semana a casa.
     Me preocupo por él, no creas que no, pero no puedo hacer más de lo que ya hago. Aparte de que es una época de mucho trabajo, él no quiere colaborar para levantarse el ánimo. Le pregunté a esta muchacha si notaba algún comportamiento extraño en él pero me dijo que era un hombre muy tranquilo y que de vez en cuando le pedía prender la radio para no aburrirse. Ya no se cocina, así que es ella la que le prepara las comidas. Creo que se está volviendo un holgazán, si no es que ya lo era mientras vivían juntos.
     Por lo pronto considerá el venirte para julio, te vamos a estar esperando. Te mandamos saludos.
     Esteban, Laura y Héctor.

12 de junio de 2008

Alicia,
     Antes que nada no quiero alarmarte, no pasó nada malo, pero es que hay ciertas cuestiones acerca de la conducta de Héctor que no puedo evitar dártelas a conocer.
     Te acordarás de Carolina, la señora que contrató Héctor para que haga las tareas del hogar. Bueno. El otro día me llamó, me pidió que fuera urgente a lo de Héctor sin explicarme nada. Tuve que dejar todo a medio hacer en el estudio y largarme para allá. Cuando llegué, la música se escuchaba desde la esquina. Traté de entrar pero la puerta estaba cerrada con llave. Golpeé y toqué timbre como si fuera a escucharse con todo el ruido que venía de adentro. Al final tuvimos que falsear la cerradura; varios vecinos ya habían llamado a la policía por miedo de que le estuvieran robando. Cuando por fin entramos lo encontramos en la cama dormido, era de no creer que alguien pudiera dormirse con televisor y radio prendidos al máximo. Tuvimos que zamarrearlo varias veces para despertarlo. Carolina tuvo miedo de que lo desnucaran de lo brusco, pero parecía que no iba a despertarse de otra manera. Cuando por fin abrió los ojos no entendía nada. Expliqué que era medio sordo y que probablemente se acostó sin darse cuenta del volumen de los aparatos. Les mentí, pero después de lo que vi hasta yo me convencí de que estaba sordo.
     No pasó a mayores, pero le pedí que me diera la llave para hacerme un juego. Ya no sé que hacer con él, es como tener que cuidar que mi papá no se lastime. Dame algún consejo y confirmame si vas a venir para julio. Un abrazo.

18 de junio de 2008

     Alicia, esto no da para más. Hoy casi nos da un infarto a todos. Cuando Carolina llegó encontró todo muy callado y no vio una sola luz prendida. Eso ya la alarmó. Ni te cuento cuando se dio cuenta de que la puerta estaba abierta de par en par. Me llamó en el acto y cuando llegué me dijo que revisó toda la casa pero que no lo encontraba por ningún lado. La llevé en el auto para que me ayudara a buscarlo, pero no logramos ubicarlo. Fuimos al club, al bar, al supermercado pero nadie lo había visto desde hacía semanas. Para colmo llovía a cántaros y yo desesperado lo veía en cada cuadra. No me preguntes cómo Carolina lo vio peleándose con un conductor de micro. El hombre nos dijo que quería subirse para que lo llevaran lo más cerca posible de vos pero que no había sacado pasaje y le iba a pagar en efectivo, incluso más de lo que costaba el viaje. Nos disculpamos y nos lo llevamos de vuelta. No sabés cómo estaba. Empapado, con la mirada destrozada, casi no podía mantenerse en pie. Le dije que lo iba a llevar a mi casa para que Laura lo cuidara porque yo todavía tenía que terminar la jornada y que ya íbamos a hablar a la noche pero él se negó y casi me agarraba el volante si Carolina no lo paraba. Dijo que vos podías volver en cualquier momento y que tenía que estar ahí para recibirte. No lo pudimos hacer cambiar de opinión. Ahora está Laura cuidándolo, nos vamos a quedar un par de noches hasta que vos vuelvas. Quiero que sepas que esto es responsabilidad tuya, te advertí que algo así iba a pasar pero no quisiste escucharme. Espero que te tomes el primer vuelo de vuelta para acá. Sos la única que puede hacerlo entrar en razón. Contamos con vos.

20 de junio de 2008

     No me debería impresionar que no hayas contestado. El doctor dijo que su estado está delicado. Es lógico, estuvo mojándose y muriéndose de frío allá afuera quién sabe cuánto tiempo mientras te iba a buscar. Carolina se comportó de manera ejemplar, quizás mejor de lo que vos lo hubieras hecho. Incluso se ofreció para cuidarlo ayer por la noche así Laura y yo podíamos descansar y no aceptó que le pagáramos horas extras. No se encuentra nada bien. Tiene fiebre y vómitos, casi no come y lo poco que toma va a parar al tacho. Incluso tuvimos que mentirle para ver si mejoraba diciéndole que escribiste preocupada por él y avisando que ibas a estar con nosotros cuando el tiempo mejorara y las aerolíneas volvieran a andar. Te digo esto no para que sientas lástima sino para darte la oportunidad de demostrar que todavía te importa por lo menos un poco el bienestar de Héctor.

24 de junio de 2008

     Héctor murió. Lo velamos ayer por la mañana. Fue poca gente pero al menos estuvimos los que lo quisimos de verdad. No te podés hacer una idea de la bronca y la impotencia que siento en este momento. Te juro que traté de que se olvidara de vos, de que te odiara, de que se diera cuenta de que eras una mierda que para lo único que lo querías era para usarlo. La fiebre le siguió subiendo hasta el último minuto; temblaba que hasta los muebles se movían. Nunca paró de murmurar tu nombre, gastó las pocas fuerzas que le quedaban en llamarte una y otra vez hasta que esa palabra perdió sentido para todos. Cuando murió me odié, lo odié a él, te odié a vos, vos que no fuiste capaz de enviarle una carta, de llamarlo, de decirle al menos “hola basura, ¿cómo estás?”. Tuviste que irte sabiendo que él te iba a esperar, dejándole la esperanza de que algún día ibas a volver. Eso fue lo que lo mató. Ni vos, ni la soledad. La esperanza de que lo ibas a venir a buscar llorando, arrepentida, extrañándolo, con los brazos abiertos. La espera lo absorbió por completo. Yo fui el que vio todo el proceso. Yo fui el que lo vio morirse desde el día en que te fuiste. Y ahora lo único que me queda es esta bronca y un amigo muerto. Se murió esperando que volvieras. Espero que hayas cumplido tu sueño.

24 de junio de 2008

Querida Ali,
     Te pido disculpas por el comportamiento de Esteban. Espero que sepas comprenderlo, acaba de perder un amigo de toda la vida. Estos últimos días fueron más difíciles para él que para todos nosotros.
     Quería pedirte que no guardes culpas así como yo no te guardo rencor. La culpa fue mía, ahora lo entiendo. Fui egoísta, no supe ver más allá de lo que deseaba. Traté de mantenerte a mi lado, lo cual es tonto e insensible. Te pido que me perdones. Agradezco cada minuto de tu compañía, los años que compartimos y los momentos que disfrutamos. Hiciste lo correcto y yo no supe sobreponerme. Sólo me queda desearte buena suerte en tu vida y disculparme por mi actitud remilgada.
     Sé feliz y supera los obstáculos.
             Siempre tuyo, Héctor.