domingo, 29 de agosto de 2010

Ensayo sobre lo propio y lo ajeno

Todas nuestras acciones (presentes, pasadas y futuras) están regidas por tres valores: el Poder, el Deber y el Querer. Un hombre puede comer sin utilizar sus manos, pero no debe y no quiere (los ejemplos son cuestionables pero solo vienen al caso a modo de ilustración); otro quizás deba viajar por negocios a España pero no tenga los recursos necesarios ni las ganas de realizar el viaje; otro tiene el deseo de conocer otras galaxias pero no dispone de la tecnología ni la necesidad de hacer dicha odisea.
Cada valor, entendido como las diferentes caras de una misma moneda (las acciones), rige un aspecto de nuestra conducta, ya sea individual o social (acá podría hacer una intertextualidad con Weber sobre la acción social o con Durkheim pero prefiero que sea un texto de reflexión filosófica a uno sociológico) desde lo más empírico/fáctico a lo más abstracto:

  • El Poder se ocupa del campo de las posibilidades, de las capacidades, de las limitaciones humanas. Está estrechamente relacionado con la realidad, las leyes de la física y la química además de las cualidades individuales: existen cosas que podemos y no podemos hacer por nuestra condición de mortales e impotentes (incapaces de lleva a cabo ciertas labores).
  • El Deber está ligado al campo de las leyes, de lo que es correcto y lo que no: las responsabilidades, los derechos, las creencias, la ideología. Está restringido por la moral y la ética, por un orden social y, a la vez, las decisiones propias; es una combinación entre lo que uno sostiene y la realidad en la que vive.
  • El Querer se asocia a los sentimientos, son nuestras esperanzas, aspiraciones, deseos, preferencias, anhelos; es completamente abstracto. Uno puede querer que cualquier sueño, por más imposible o indebido que sea, se haga realidad.

Las combinaciones de estos tres valores son 8 (poder, deber y no querer; poder, no deber y querer; etc.). Los puntos en común son sus grados de subjetividad: las capacidades de los individuos son diferentes (Poder), así como también lo son sus creencias (Deber) y sus gustos (Querer). Sin embargo, hay cosas que ningún hombre puede hacer, otras que no muchos deben y otras a las que a algunos no les gustan. En este sentido, los grados de subjetividad van en descenso (Poder-Deber-Querer).
El punto es que nadie tiene la última palabra; nadie puede decirnos qué es lo que se debe o no se debe hacer, o lo que se puede o no hacer, o lo que nos debería gustar o no. Las personas son seres subjetivos, las sociedades son entes subjetivos: lo que está bien para un chino como comer perros puede estar mal para nosotros. Si bien admito que hay que poner ciertos límites para no subsistir en el caos y la anarquía (como puedo querer y poder matar a alguien pero no debo), la tolerancia y el respeto son virtudes que muchas veces no tenemos en cuenta, pero no por eso debemos derribar los sueños del otro, o querer imponer nuestra forma de pensar por sobre la de los demás. Nuestras opiniones, pensamientos y preferencias son tan válidas como las de cualquiera, hacerse valer no es nada malo, lo malo es sobreponer lo propio a lo ajeno; vivamos y dejemos vivir. Repito, nadie tiene la última palabra.

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