lunes, 30 de agosto de 2010

"No existen las coincidencias, sólo lo inevitable".

"No perteneces sólo a ti mismo. No hay nada en este mundo que pertenezca sólo a uno mismo. Todos están conectados a alguien más y comparten algo con ellos. Por eso nunca puedes ser libre. También por eso es divertido, triste y preciado".

"Sean cuales sean tus sentimientos, te pertenecen sólo a ti y nunca serán iguales a los de otro, aunque concuerden", Yuuko Ichihara.

domingo, 29 de agosto de 2010

Ensayo sobre lo propio y lo ajeno

Todas nuestras acciones (presentes, pasadas y futuras) están regidas por tres valores: el Poder, el Deber y el Querer. Un hombre puede comer sin utilizar sus manos, pero no debe y no quiere (los ejemplos son cuestionables pero solo vienen al caso a modo de ilustración); otro quizás deba viajar por negocios a España pero no tenga los recursos necesarios ni las ganas de realizar el viaje; otro tiene el deseo de conocer otras galaxias pero no dispone de la tecnología ni la necesidad de hacer dicha odisea.
Cada valor, entendido como las diferentes caras de una misma moneda (las acciones), rige un aspecto de nuestra conducta, ya sea individual o social (acá podría hacer una intertextualidad con Weber sobre la acción social o con Durkheim pero prefiero que sea un texto de reflexión filosófica a uno sociológico) desde lo más empírico/fáctico a lo más abstracto:

  • El Poder se ocupa del campo de las posibilidades, de las capacidades, de las limitaciones humanas. Está estrechamente relacionado con la realidad, las leyes de la física y la química además de las cualidades individuales: existen cosas que podemos y no podemos hacer por nuestra condición de mortales e impotentes (incapaces de lleva a cabo ciertas labores).
  • El Deber está ligado al campo de las leyes, de lo que es correcto y lo que no: las responsabilidades, los derechos, las creencias, la ideología. Está restringido por la moral y la ética, por un orden social y, a la vez, las decisiones propias; es una combinación entre lo que uno sostiene y la realidad en la que vive.
  • El Querer se asocia a los sentimientos, son nuestras esperanzas, aspiraciones, deseos, preferencias, anhelos; es completamente abstracto. Uno puede querer que cualquier sueño, por más imposible o indebido que sea, se haga realidad.

Las combinaciones de estos tres valores son 8 (poder, deber y no querer; poder, no deber y querer; etc.). Los puntos en común son sus grados de subjetividad: las capacidades de los individuos son diferentes (Poder), así como también lo son sus creencias (Deber) y sus gustos (Querer). Sin embargo, hay cosas que ningún hombre puede hacer, otras que no muchos deben y otras a las que a algunos no les gustan. En este sentido, los grados de subjetividad van en descenso (Poder-Deber-Querer).
El punto es que nadie tiene la última palabra; nadie puede decirnos qué es lo que se debe o no se debe hacer, o lo que se puede o no hacer, o lo que nos debería gustar o no. Las personas son seres subjetivos, las sociedades son entes subjetivos: lo que está bien para un chino como comer perros puede estar mal para nosotros. Si bien admito que hay que poner ciertos límites para no subsistir en el caos y la anarquía (como puedo querer y poder matar a alguien pero no debo), la tolerancia y el respeto son virtudes que muchas veces no tenemos en cuenta, pero no por eso debemos derribar los sueños del otro, o querer imponer nuestra forma de pensar por sobre la de los demás. Nuestras opiniones, pensamientos y preferencias son tan válidas como las de cualquiera, hacerse valer no es nada malo, lo malo es sobreponer lo propio a lo ajeno; vivamos y dejemos vivir. Repito, nadie tiene la última palabra.

jueves, 26 de agosto de 2010

Ernesto Sábato, La Resistencia.

"En la vida existe un valor que permanece muchas veces invisible para los demás, pero que el hombre escucha en lo hondo de su alma: es la fidelidad o traición a lo que sentimos como un destino o una vocación a cumplir.
El destino, al igual que todo lo humano, no se manifiesta en abstracto sino que se encarna en alguna circunstancia, en un pequeño lugar, en una cara amada, o en un nacimiento pobrísimo en los confines de un imperio.
Ni el amor, ni los encuentros verdaderos, ni siquiera los profundos desencuentros, son obra de las casualidades, sino que nos están misteriosamente reservados. ¡Cuántas veces en la vida me ha sorprendido cómo, entre las multitudes de personas que existen en el mundo, nos cruzamos con aquellas que, de alguna manera, poseían las tablas de nuestro destino, como si hubiéramos pertenecido a una misma organización secreta, o a los capítulos de un mismo libro! Nunca supe si se los reconoce porque ya se los buscaba, o se los busca porque ya bordeaban los aledaños de nuestro destino."