lunes, 25 de octubre de 2010

La vida es sueño.

"Volar tres veces por semana a mediodía sobre Xiros era tan irreal como soñar tres veces por semana que volaba a mediodía sobre Xiros.", Julio Cortázar.

La realidad me es indiferente en cierto sentido. Porque lo que quiero que sea real no lo puedo lograr; cuesta trabajo, cuesta esfuerzo, cuesta tiempo, eso es lo de menos en los jóvenes que tienen toda la vida por delante, pero la espera es eterna y la liberación solo requiere de unos minutos, incluso segundos. A veces me gusta vivir de la ilusión, de la fantasía, del sueño; pero el sueño es tan irreal como la misma realidad. Me pregunto entonces cuál es la diferencia entre la realidad y el sueño, ambas son igual de difíciles de alcanzar. Una clara y eterna, pero letal; el otro vago y efímero, pero mentira -mentira porque no se cumple con solo pensarlo y verdad porque es lo que mi conciencia desea.
El sueño se me hace pesado, me cuesta entrar a ese mundo para tener que salir y enfrentarme al otro. Me despierto más cansado de lo que me acuesto, esperando que el tiempo simplemente siga su curso hasta que pasen las fechas límites. Esperar esas fechas hacen que el tiempo se ralentice, convierte la rutina en algo insoportable, los días pasan a tener 24 horas, algunas de cinco minutos, otras de trescientos. Horas plomo, horas plumas.
La realidad se divide en almuerzos y cenas, charlas con los amigos, asistencias a clases, cumplimientos de los deberes que nos imponemos y nos son impuestos. No soy dueño ni de mis propios sueños ya que, despierto, no son más que anhelos, y dormido, jugarretas de mi inconciente. Si el hombre pudiera controlar los sueños, al menos por un breve tiempo, soñaría más vivir que vivir soñando.